Por, Gerardo Andrés Guayacán Cruz

El 8 de abril de 2024 el Dicasterio para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede publico una declaración sobre la dignidad humana titulada Dignitas Infinita. Es un documento que sale a la luz luego de celebrarse el 75 aniversario de la Declaración de los derechos humanos promulgada por la ONU en el año de 1948. Desde una perspectiva teológica y filosófica profunda, explora y afirma el valor inalienable y trascendental de cada persona.

Esta Declaración sostiene que la dignidad humana se fundamenta en la creencia teológica de cada persona creada a imagen y semejanza de Dios. Esta afirmación es completamente valida ya que es parte central de la doctrina cristiana.

La dignidad humana se ve como un atributo divino que confiere a cada ser humano respeto y valor incondicional. En el cristianismo, por ejemplo, sostiene que la dignidad de la persona es intrínseca y derivada de su creación divina. Esto confiere a cada individuo un valor eterno que trasciende las circunstancias temporales y materiales.

En la tradición occidental, esta noción de “Dignitas Infinita” puede ser rastreada hasta las obras de filósofos como Immanuel Kant, quien argumentó que cada ser humano posee un valor intrínseco que no puede ser calculado en términos de beneficios o consecuencias. Para Kant, la dignidad de la persona no es algo que pueda ser cuantificado o intercambiado; es un valor infinito que merece respeto incondicional.

La dignidad de la persona humana reconocida en la Declaración universal de los derechos humanos y aceptada en la ONU es infinita. Así lo afirma el Decreto de la Doctrina de la Fe diciendo que “esta dignidad de todos los seres humanos puede, de hecho, entenderse como ‘infinita’ (dignitas infinita), como afirmó San Juan Pablo II en un encuentro con personas que sufrían ciertas limitaciones o discapacidades para mostrar cómo la dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas”. (Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del 8 abril de 2024).

En el ámbito de los derechos humanos, la dignidad infinita sirve como fundamento para la afirmación de que todos los derechos humanos son universales e inalienables. Las políticas y leyes que promueven la igualdad y la justicia social se basan en la premisa de que cada persona tiene un valor inherente que debe ser protegido y promovido.

La noción de dignidad infinita tiene importantes implicaciones para la ética y la práctica social. Si se acepta que cada persona posee un valor intrínseco e infinito, entonces se deduce que todos los seres humanos deben ser tratados con respeto y justicia. Esto influye en la forma en que se abordan cuestiones de derechos humanos, justicia social y ética en la toma de decisiones.

La dignidad infinita es un concepto poderoso que subraya el valor intrínseco de cada ser humano y proporciona una base ética para la igualdad y el respeto. Aunque su aplicación práctica puede ser compleja y desafiante, el principio fundamental de la dignidad infinita sigue siendo un faro importante en la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa.

Esta Declaración instiga a los cristianos a incorporar este principio en su vida cotidiana y en la forma en que interactúan con los demás, promoviendo una cultura de respeto y dignidad que refleje el valor incondicional de cada ser humano.

A medida que avanzamos en un mundo cada vez más interconectado y diverso, recordar y afirmar la dignidad de cada persona puede ayudarnos a construir relaciones más respetuosas y justas, tanto a nivel personal como global. Esta dignidad que Dios da a cada persona, no solo nos recuerda nuestro valor intrínseco, sino que también nos insta a reconocer y valorar a los demás en su totalidad.

Es obvio que no se espera una adhesión inmediata y ciega a todos los planteamientos del Documento, pero sí un proceso de reflexión que genere una transformación de las propias conciencias, convicciones y prácticas.