Por, Gerardo Andrés Guayacán Cruz

Cada 19 de marzo la Iglesia celebra la fiesta de San José, venerado como esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Su vida y obra son un testimonio poderoso de humildad, obediencia y servicio desinteresado en la vida de todo creyente. Su sencillez y disposición para cumplir la voluntad de Dios lo convierten en un modelo para todos los cristianos que buscan seguir el camino de la fe y la obediencia.

En un mundo donde los roles de género y las estructuras familiares están en constante evolución, San José es considerado un modelo de paternidad y cuidado familiar. Él, ofrece un ejemplo de amor, protección y responsabilidad paterna que sigue siendo relevante y valioso para muchas personas. Su disposición para aceptar su papel en el plan divino, sin buscar reconocimiento ni gloria para sí mismo, lo convierte en un paradigma a seguir para aquellos que aspiran a vivir una vida de servicio desinteresado y entrega a los demás.

La importancia de San José en la historia de la salvación es tan sobresaliente que el mismo Pío IX lo proclamó como “Patrono de la Iglesia Universal”, por medio del Decreto “Quemadmodum Deus” [Al igual que Dios]: “Y puesto que en estos tiempos tristísimos la misma Iglesia es atacada por doquier por sus enemigos y se ve oprimida por tan graves calamidades que parece que los impíos hacen prevalecer sobre ella las puertas del infierno, los venerables obispos de todo el orbe católico, en su nombre y en el de los fieles a ellos confiados, elevaron sus preces al Sumo Pontífice para que se dignara constituir a san José por patrono de la Iglesia. Y al haber sido renovadas con más fuerza estas mismas peticiones y votos durante el santo concilio ecuménico Vaticano, Nuestro Santísimo Papa Pío IX, conmovido por la luctuosa situación de estos tiempos, para ponerse a sí mismo y a todos los fieles bajo el poderosísimo patrocinio del santo patriarca José, quiso satisfacer los votos de los obispos y solemnemente lo declaró Patrono de la Iglesia Católica. (S. Rituum Congreg., Quemadmodum Deus, 8 diciembre 1870).

La Carta Apostólica «Patris Corde» del Papa Francisco, promulgada el 8 de diciembre de 2020, en el contexto del 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal, ofrece una mirada renovada y profunda sobre la figura de San José. Enfoca en su papel como padre amoroso y protector de la Sagrada Familia, su humildad y su disposición para obedecer a Dios incluso en las circunstancias más difíciles. “La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza”. (PC n°7)

San José, es a menudo descrito como el «hombre del silencio» en la tradición cristiana debido a la falta de palabras registradas que se le atribuyen en las Escrituras. A diferencia de otros personajes bíblicos prominentes, como Moisés, David o Pedro, que tienen discursos y acciones destacadas registradas en la Biblia, San José es notablemente silencioso en los relatos evangélicos.

El silencio de San José puede interpretarse como una expresión de su profunda humildad, sabiduría y disposición para escuchar y obedecer la voluntad de Dios en su vida. Aunque se manifieste poco, sus acciones hablan por sí mismas: acepta la misión de ser el padre terrenal de Jesús, protege a su familia en momentos de peligro y trabaja con diligencia para proveer lo necesario a quien Dios le encomendó cuidar.

Este silencio también puede interpretarse como un símbolo de su profunda contemplación y vida interior. En el silencio, San José pudo discernir la voz de Dios y actuar en consecuencia. Su disposición para escuchar en lugar de hablar refleja una actitud de confianza y sumisión a la voluntad divina.

En la devoción popular y la espiritualidad cristiana, San José es considerado un modelo de silenciosa fortaleza, paciencia y confianza en Dios. Su vida nos enseña la importancia de la escucha interior, la contemplación y la obediencia humilde a la voluntad de Dios, incluso en medio de las incertidumbres y los desafíos de la vida. Su vida, obra y legado han dejado una marca perdurable en la historia religiosa y cultural del mundo. A pesar de ser un personaje que vivió hace más de dos mil años, su testimonio sigue resonando en la actualidad de múltiples maneras.

«Ante el ejemplo de tantos santos y santas, san Agustín se preguntó: “¿No podrás tú lo que éstos y éstas?”. Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!”. No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión». (PC n°7).